El tomar té (o café) está
asociado en muchas culturas a momentos de relax, de contacto social,
de hospitalidad. En algunos países, como Japón, existe todo un
ritual respecto a la preparación del té. En estos rituales, se puede encontrar una “adoración de lo bello en medio de los
hechos sórdidos de la vida cotidiana, así como refinamiento, un
íntimo contenido espiritual, humildad, control y simplicidad”
(Wikipedia).
Por ello, el saborear
plenamente de una taza de té, infusión o café puede ser un buen
ejercicio para cultivar la atención. Es además una forma de que el
descanso que nos permitimos cuando nos tomamos una tacita de nuestra
bebida favorita sea realmente un paréntesis entre nuestras
preocupaciones habituales, al darle toda nuestra atención
al momento presente.
¿CÓMO HACERLO?
Prepáralo con cuidado y
atención, eligiendo una taza bonita. Aparta el móvil (importante).
Sé consciente de lo que estás haciendo y deja por un momento las
preocupaciones y planificaciones. Aprovecha la espera para observar
tu respiración, sin modificarla.
Cuando ya esté listo, tómatelo
dedicándole toda tu atención, sé plenamente consciente de lo que
estás haciendo, como si fuera la primera vez que lo pruebas: céntrate en el momento presente. Observa, huélelo,
saborea, paladea, siente su temperatura, la textura de la taza. Si la
mente se te va a otras cuestiones (lo cual será lo normal y
habitual, ya que no tenemos entrenada nuestra mente), simplemente
vuelve a tu presente en cuanto seas consciente de la distracción. Hazlo
todas las veces que sean necesarias.
Parece fácil, pero a nuestra
mente le gusta jugar a dar saltos, por lo que quizá tengas que
volver una y otra vez a la taza de té, a tu presente. Si lo
practicas, cada vez será más fácil.
Es una forma de
meditación práctica, de vivir plenamente lo cotidiano. Disfruta y agradece. Sé
feliz.
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